La luz en las tinieblas

Hace dos días estuve en uno de esos lugares en los que andas como en un sueño, creyendo que cada esquina, cada camino, cada historia y cada sensación que encuentras allí es irreal, todo producto de una invención macabra de algún escritor orientado al best-seller.

Estoy hablando de un lugar que no dejaría indiferente a nadie y solo un loco de raza podría obviar lo que ve.
Estoy hablando de un lugar que hace que te replantees todo lo que ha sido tu vida hasta ahora, todo por lo que te quejas, por lo que luchas, sueñas, trabajas, vives...

Me gustaría contar una bonita historia como en La vida es bella. Tratar de "colorear" de alguna manera por qué ciertos seres humanos (si se les puede llamar así) fueron capaces de cometer atrocidades tales.

No pude evitar que mis ojos estallaran con ciertas imágenes, con ciertas historias... todas ellas del lado humano, de la parte buena de esta historia, de la parte de "grandeza" que se puede encontrar hasta en lo más horrible.

Me quedo con la luz que puedes sacar de las tinieblas, de las fuerzas que sacas cuando no te queda nada más. Me quedo con la gente que pese a todo sale del "agujero". Me quedo con lo que bueno de lo malo, porque siempre tendrá más importancia un solo hecho bueno que todo lo malo y la "mierda" de este mundo.


Yo era un veterano en el campo de Ausschwitz; tenía en mi brazo tatuado el número de inscripción: 5659. Una noche, al pasar los guardianes lista, uno de nuestros compañeros no respondió cuando leyeron su nombre. Se dio al punto la alarma: los oficiales del campo desplegaron todos los dispositivos de seguridad; salieron patrullas por los alrededores. Aquella noche nos fuimos angustiados a nuestros barracones. Los dos mil internados en nuestro pabellón sabíamos que nuestra alternativa era bien trágica; si no lograban dar con el escapado, acabarían con diez de nosotros. A la mañana siguiente nos hicieron formar a todos los dos mil y nos tuvieron en posición de firmes desde las primeras horas hasta el mediodía. Nuestros cuerpos estaban debilitados al máximo por el trabajo y la escasísima alimentación. Muchos del grupo caían exánimes bajo aquel sol implacable. Hacia las tres nos dieron algo de comer y volvimos a la posición de firmes hasta la noche. El coronel Fritsch volvió a pasar lista y anunció que diez de nosotros seríamos ajusticiados.

A la mañana siguiente, Gajowniczek fue uno de los diez elegidos por el coronel de las SS Karl Fritsch para ser ajusticiados en represalia por el escapado. Cuando Franciszek salió de su fila, después de haber sido señalado por el coronel, musitó estas palabras: «Pobre esposa mía; pobres hijos míos». El P. Maximiliano estaba cerca y las oyó. Enseguida, dio un paso adelante y le dijo al coronel: «Soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el puesto de ese hombre que tiene esposa e hijos». El oficial nazi, aunque irritado, finalmente aceptó su ofrecimiento y Maximiliano Kolbe, que tenía entonces 47 años, fue puesto, junto con otros nueve prisioneros, en ayuno obligado para que muriera. Los diez condenados fueron recluidos en una celda subterránea el 31 de julio de 1941.

Sueños...


Si algún día me dieran a elegir poder ganar un premio importante sería sin duda uno de cine, no sé, cualquiera, aunque me haría especial ilusión un Goya o el maldito Oscar que se supone que es lo que busca cada actor (soñar no cuesta nada, ¿no?). La verdad que solo me alegraría esta idea por dar el discurso, trabajar en cine ya sería la mayor recompensa posible, bueno total que mi discurso sería algo así…

“No sé muy bien como he llegado aquí, siempre me han dicho que era un sueño bastante imposible, pero nunca me lo han prohibido. Solo quiero dar las gracias a la persona que creo que instauró en mí el gusano del cine, creo que nunca lo llegó a saber, pero espero que se sienta muy orgulloso de mí. Recuerdo horas muertas frente al televisor viendo series y películas clásicas, las “grandes” producciones españolas de Cine de Barrio… La verdad que solo le cuerdo a él y a mí con los ojos como platos frente al televisor. Desde aquí le doy las gracias y le digo que siempre le llevo conmigo, que le quiero y que ha sido una de las personas más importantes en mi vida. Que en los peores y más duros momentos solo recuerdo sus frases y que gracias a él estoy consiguiendo todo lo que siempre he querido… GRACIAS”.

(Mi discurso sería algo así… Claro que habría que limarlo en muchos aspectos, pero básicamente me saldría un GRACIAS, porque una única persona puede trastocar todo tu mundo).